Premios 20Blogs

22.8.06

Gaudeamus Igitur

Si, vuelvo a la Universidad, me matriculo. Ya llevaba varios días con la cosa decidida pero definitivamente en la próxima semana formalizaré mi vuelta a las aulas.
Estudiaré la Diplomatura en Relaciones.... Laborales. Lo que realmente me ha impulsado es lo de "Relaciones" porque la segunda parte, lo de "Laborales", implica trabajo y eso, sea el tipo de relaciones que sean, se da por supuesto.
Así que volveré a rememorar mis tiempos universitarios, con esas escapadas a los bares para jugar al mus (con ya la famosa frase "pongo el pito encima de la mesa" para indicar que envidaba a chica), con las fiestas y con las risas con compañeros que ya se marcharon : recuerdos para Chuchi, Juanjo, Nacho, Gema, Elena, Marta, Sonia, Mar, mi siempre recordada María y la gran Marisa. Que grandes momentos que pasamos!.
Y anécdotas, mil anécdotas en mis 6 años de facultad, en la que sobresale la de las "Tizas Antipolvo". Era yo muy jovencito en primero de carrera, 18 años, cuando en una clase de matemáticas al profesor de turno se le antojó que saliera a resolver un problema a la pizarra ; como yo nunca he tenido verguenza (ni para salir a la pizarra ni para nada) salí decidido a triunfar con el... hasta que fui a coger la tiza de su correspondiente caja. En ese momento me negué en redondo a escribir nada en la pizarra.
El profesor, que no salía de su asombro, no entendía por qué no quería resolver el problema y me amenazó con suspenderme si no le obedecía. Yo, con mi descaro provocado por mis 18 años, le dije que me suspendiera de por vida si lo veía conveniente pero que por nada del mundo pensaba tocar una de esas tizas y arruinar mi vida universitaria y lo que quedara de vida post-universidad.
El baranda, que no tendría muchos más años que yo (que yo en la actualidad, se entiende), con un mosqueo considerable se fue hacia las tizas para para agarrar una y entonces comprendió todo, mandandome sentar y diciendo que él tampoco resolvería el problema, que si acaso nos lo dictaba. El fulano enseñó la caja donde se alojaban las tizas al resto de la clase y allí se podía leer perfectamente un letrero que ponía "TIZAS ANTIPOLVO". El descojone de la clase fue general y todo el mundo comprendió por qué ni yo ni el profe queríamos ni muertos tocar las tizas, bajo pena de no volver a mojar el churro en lo que nos quedara por vida.

No suspendí matemáticas, no resolví el problema y muchas me agradecerán eternamente mi negativa a tocar las famosas "tizas antipolvo"

1 comentario:

Anónimo dijo...

juas, juas... ya verás como te vas a divertir mucho más ahora siendo el abuelo de la clase, que yo eso lo he vivido...