Premios 20Blogs

23.9.06

No Me Espereis Despiertos

Dedicado a los padres, por todo lo que nos tuvieron (y tienen) que aguantar y lo malos ratos que les hicimos pasar (y que les hacemos aun a veces).

No me espereis despiertos.
Los corazones de los padres al oir esta frase se encogen. La madre mira al padre esperando un atisbo de energía que ponga las cosas en su sitio. El padre, consciente de ello, tira de la poca autoridad que aún le queda y se esfuerza por ser convincente:
- Hijo, si ves que vas a llegar tarde, llama por teléfono. No nos tengas intranquilos.
- Sólo voy a casa de Pepe, responde el hijo, mintiendo.
- Que da igual! Llamas, que no te cuesta nada y nosotros estamos más tranquilos.
- Que sí, que sí. Vale
Los padres saben que ese "vale" no vale nada. Al final no llamará. El hijo sale por la puerta y entonces comienza la "noche triste".
El padre mira a la madre con desconfianza, dudando a veces de su fidelidad. Aquel hijo no puede ser suyo : él es un tío normal, no un marciano y ese muchacho solo puede ser hijo de un extraterrestre. Claro que también puede ser que haya salido a la familia de ella, porque mira que son raritos.
Y la madre piensa lo contrario : el niño sólo puede haber salido a la familia de él. "Si ya me lo temía yo, que esa familia es muy rara".
Nada mas entrada la noche el padre comienza a recordar todo lo visto, oído y leido sobre el mundo de los jóvenes de hoy. Lenta, muy lenta, avanza la noche esperando la llamada que no se produce : ¿qué hará? ¿con quién? ¿dónde estará?... preguntas y más preguntas. Aunque no se quiera, se contesta negativamente a todas. El padre piensa que estará en un antro, haciendo el "indiota" con compañías poco recomendables. Nunca piensa que quizá esté en una reunión parroquial. Si un padre piensa eso caben dos posibilidades : o está para que lo encierren o es más inocente que un anuncio de pañales.
Al discurrir la noche al progenitor se le dispara la escala de la angustia. Sobre las 2 de la mañana ya no piensa en las drogas, el alcohol o el sexo, sino en el medio de locomoción : el coche, la moto,...
Y en esos momentos el padre ya tiene visiones apocalípticas. Ya no se espera una llamada, sino que teme que suene el teléfono.
De pronto... suena el teléfono. La angustia se apodera de la familia : ¿será algún hospital? ¿la policía? ¿el juez de guardia?. Descuelga el auricular, acojonado y apenas sin voz:
- ¿Dígame?
- Soy yo (se escucha a un padre de un compañero de parranda). ¿Ha llegado tu hijo?
En ese momento se intenta aparentar serenidad para sosegar al pobre hombre que no ha podido resistir la tensión.
- No, todavía no. Pero no creo que tarde mucho.
- Joder, es que vaya tensión. Este hijo va a acabar conmigo. Yo estaba tranquilo pero su madre ha empezado a dar la vara y me ha puesto nervioso. Ya sabes como son las mujeres... Perdona que llame a estas horas. ¿Estabas acostado?
- No pasa nada, estaba leyendo un poco pero no me entero de nada.
- Vale, hasta mañana.
- Hasta mañana. Y tranquilo, que saben cuidarse (esto último lo dicen sin la menor convicción)
Esas llamadas, lejos de molestar alivian al pobre sufridor, porque sirven para comprobar que nunca caminarán solos.
Llega un momento en el que el cansacio y los nervios le hacen mella. Se acuesta esperando que llegue la relajación y el sueño reparador. Pero no. La cama parece un tiovivo de tanto dar vueltas. Está cansado pero la preocupación no le deja pegar ojo.
Por fin se oye la cerradura. Se le siente avanzar con cuidado para no despertar a toda la familia. Parece que las pisadas son regulares y no vacilantes. Mira el reloj : las cuatro y cincuenta minutos de la mañana.
El padre se da la vuelta en la cama, se tapa bien tapadito y se queda profundamente dormido.
Ha llegado la tranquilidad y se produce, al fin, el descanso deseado que, si las cosas no cambian, pronto será eterno.

2 comentarios:

Patus dijo...

Imaginate ser madre en una ciudad sudamericana como Buenos Aires con unos índices de inseguridad que ni veas. Creo que mi hija va a tener que hacerme no uno, sino dos monumentos, por lo bien que resisto su nocturnidad. Además acá la costumbre de los jóvenes es salir muy tarde, digamos que alrededor de la medianoche...las discotecas empiezan a las 2 de la madrugada. Mon dieux!!!Y las madres...sufriendo.

YUYUY dijo...

El amor de los padres es el más grande.