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15.8.10

Restaurando

Anoche salimos a cenar. Y como siempre, surgieron grandes anécdotas.
Las de anoche, todas se concentraron en el ratito desde que entramos por la puerta del restaurante hasta que salimos por la misma aproximadamente una hora y media después.

En ese breve lapso de tiempo me dio tiempo (valga la rebuznancia) a fijarme cuidadosamente en varios detalles curiosos sobre el mundo de la restauración.

Entramos por la puerta del restaurante. 11.15 de la noche, aproximadamente. Hay en torno a 6 personas en el restaurante y amablemente preguntamos si tendrían una mesa libre para dos.
El camarero, avistando el horizonte entre la turba de gente que atesta el local, acierta a decirnos : si, si que queda una libre, la 9...
Yo vuelvo a mirar la estancia y solo me caben dos posibilidades : o ese camarero trabajó de extra en "El Sexto Sentido" y en ocasiones ve gente cenando o yo no acierto a ver esa multitud que llena el restaurante...

Nos dirigimos hacia la mensa, la 9, cuya disposición de platos y cubiertos es de uno a cada lado de la mesa. Como no me sale de la bolsa escrotal sentarme enfrente de Salmona, me muevo y me pongo a su lado, haciendo una labor de reconstrucción de la mesa para intentar que el minúsculo mantelito que cubre solo el espacio que delimita los platos y las copas podamos compartirlo los dos, con mucho cuidado de que mi patosidad no se acentúe y tire la vajilla al suelo. Los camareros me miran, se miran con incredulidad y acuden a mi rescate. Cuando se acercan, les digo : es que me quiero sentar al lado de ella...
Ellos me contestan : ya, pero es que si no, no te queda mantel...
Qué iluso! Cómo no he reparado en la importancia que tiene que tenga mantel siendo tan desconsiderado por querer sentarme al lado de mi amada!
El sentarse al lado y no uno enfrente del otro tiene sus ventajas e inconvenientes.
Inconvenientes : no puedes hacer piececitos y tienes que correr todos los cubiertos y platos, con el riesgo de que piensen que estas tarado mental. Cosas de no conocer al cliente por parte de los camareros. Si lo conocieran, no tendrían ninguna duda...
Ventajas : que dejas los piececitos para tener un absoluto dominio de la presencia femenina que tienes al lado. Y en este momento dejaré de dar detalles puesto que correspondería a una versión salmónida para adultos...

Pedimos. Buena pinta todo. Y barato. Viene el vino y nos sirven... y se lo llevan. Es una conspiración. Según el servicio, nos lo han puesto lejos y en un recipiente con hielo para que se mantenga fresquito. Digo yo que a mi lado también se hubiera mantenido fresquito, aunque siempre surgen dudas sobre si algo a mi lado puede dejar de estar caliente...
Cada vez que queremos rellenar nuestra copa del delicioso Lambrusco (cosa que surge con frecuencia), me tengo que levantar a servirlo. Me dan ganas de colocarme una servilleta en el antebrazo y ponerle a mi querida salmona la pasta al dente...

No concibo la manía que tienen los camareros de no dejarte cenar en paz. Sin prisas. Como lo hacemos Salmona y yo, degustando, paladeando cada trozo de comida y conversando alegremente. No recuerdo un sitio en el que hayamos ido que los camareros no se hayan puesto nerviosos intuyendo que podríamos estar horas allí plantados y ellos esperando a recoger.
En este caso, igual. Se acercan por primera vez : "Está bueno el hojaldre?" "Si, gracias. Delicioso..."
Segundo acercamiento, con impaciencia : "Todo a su gusto? La ensalada..." "Todo bien, gracias..."
Se me cae un cuchillo y en un nanosegundo tengo al camarero a mi vera, para cambiarme el cuchillo. Le hago un gesto cuya traducción podría ser "mierda que no mata, engorda" y comprende que no le voy a coger el cuchillo de repuesto que me trae.
Tercer acercamiento, sudoración aumentando. Tan solo llevamos hora y media allí : "No se van a terminar la pizza los señores...?" "Que no, coño. Los chupitos y la cuenta por favor..."

Limoncello. Pagamos. Salimos por la puerta. Ellos sonríen y respiran felices porque finalmente pueden cerrar.
Nosotros salimos complacidos por la rica cena y porque tendremos tiempo lejos de miradas nerviosas para podernos dedicar el resto de la noche.


Porque la noche acababa de comenzar y quedaba mucha más por delante...


Aunque esa ya es otra historia...

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