Apurando las horas, mi querida Lili, de este rojigualdo día donde no tiene cabida el morado de las banderas y antes de desfilar delante de la victoria de tu presencia, me armo de fuerzas para cuadrarme ante la pantalla y reflexionar sobre una tierra que no hemos elegido pero que nos hace elegidos por poder estar aquí para disfrutarla.
En esta Tierra de Conejos invadida y reconquistada, mezclada y expulsada, donde siempre ha tenido cabida todo el mundo, donde presumimos de colores tan solo porque una pelota entra por un recuadro, más nos valdría cuadrarnos ante la Historia fértil de los multipobladores peninsulares en vez de pasear soldaditos de sueños mutilados en guerras que siguen siendo feroces y ante Reyes que hacen mucho que quedaron ciegos en la ranciedad de su institución, para evitar repetir errores de intolerancia pasados que hacen que nuestro futuro sea más incierto.
No sólo nos limita el territorio el agua por todas partes menos por una, sino que nos separan prejucios, diccionarios e intereses más profundos que el agua y, a veces, con más miedo a los monstruos que nos podamos encontrar al descubrirnos los unos a los otros que los que podían acechar a los antíguos más allá de Fisterra.
Mi Fiesta Nacional, como cada día, empezará cuando esté en el reino de tu risa y en nuestros dominios, que somos nosotros dos.
Al fin y al cabo, donde estemos juntos los dos, allí estará nuestra Patria...
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