Una noche más, mi amada Lili, obraste el milagro de transformar algo que no era lo que habíamos pensado en otro conjunto de momentos geniales e inolvidables que se han venido repitiendo durante ya más de 5 meses desde que apareciste en el por entonces tormentoso rio de mi devenir para que empezara a esquivar piedras afiladas y cortantes hasta llegar a un remanso feliz y tranquilo.
Yo, que cuando te conocí olvidé que era salmón para querer convertirme en pescador y lanzar anzuelos de pétalos de orquidea y consultaba libros por escribir para llamar a tu amor, tengo que dejarme arrastrar por tu corriente de pelo de oro y sonrisa de marfil que impide que me disguste si no consigo que todo para tí, todos los momentos o todo lo que pensemos hacer sea perfecto.
Se pasa el disgusto cuando el nubarrón que nubla mi entusiasmo atrayendo los miedos a la imperfección lo alejas con esos rayos de luz que tantas veces escribí en este folio siempre incompleto haciendome ver que nunca ha importado, importa ni importará un espacio físico, que hoy puede estar pero mañana no, sino algo mucho más importante, íntimo e inexplicable.
Al fin y al cabo, para Adán no había Paraiso más importante que aquel lugar donde estuviera Eva...
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