A estas horas, mi querida Lili, mientras espero a que tu presencia le ponga las luces a mi traje de gris y salmón, apuro este día de gotas otoñales derramando sobre el recuadro profesional la tinta electrónica de repaso y reflexión.
Ha sido día de cambios y a tí, que siempre iluminas mi perfil visto y para quien no hay caras ocultas, te hago partícipe de esos cambios que siempre deseo que sean para mejor.
Hoy me vuelvo a poner mi determinación por montera y recogo los trastros de crecer echando abajo telones groseros y muros de la verguenza expresiva para la época en la que me quiero asentar.
He comprendido, hace ya algún tiempo, que para progresar a veces hay que dejar atrás lugares, costumbres y situaciones que no concuerdan con lo que uno quiere en adelante y que pueden perdujicar, sin querer, la imagen y las expectativas que nos vamos labrando con el paso del tiempo.
Así que no puedo hacer otra cosa que brindarte, una vez retirado de los ruedos, el festejo de asentar y sentar mi cabeza contigo, despojada por las tijeras de tu decisión, de coleta de torero.
Hace unos meses supe que ya no iba a merecer más la pena derramar la sangre en la arena y que es necesario conservarla para que el corazón siga latiendo en los acordes que correspondan a cada cambio de tercio.
Al fin y al cabo, nuestro tercio, el de los sueños, es el que corresponde vivir en adelante...
1 comentario:
Tus últimas entradas han sido hermosas.
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