Rock 'n' Roll Star

Hay muchas cosas que no se me deben permitir pero podríamos hacer una lista sintetizada que recogiera 3 de las principales:

1- Consentirme hablar demasiado.
2- Discutir conmigo de política.
3- Dejar a mi alcance un micrófono.

La primera, porque es un peligro, sobre todo si existe una comida o similar, que yo coja carrerilla y acapare todo el tiempo de conversación, con el consiguiente riesgo de que empiece con mis chascarrillos y/o idas de olla. Lo saben en muchos puntos de la geografía de España (Viva Honduras!) y en varios lugares de Europa Central, como en Alemania y Suiza, donde gustan los payasos y las vaquitas.

La segunda porque soy muy (muy muy) radical en según qué cuestiones y eso me ha llegado a costar (supuestas) amistades debido a que mis ideas las defiendo a capa y espada si estoy convencido de que llevo la razón. Puede que me pierdan las formas, pero nunca el fondo. En el intento de corregirlo estoy pero no es facil.

Y la tercera es porque quien me haya sufrido en algun karaoke sabe que si por una de esas casualidades de la vida se me deja un micrófono, puedo no soltarlo en toda la noche debido a que me posee el espíritu de cualquier cantante (vivo o muerto) del que domine alguna canción.

A qué viene esto, me dirán mis lectores salmónidos? Pues viene a que existe un juego en el mercado, llamado Sing Star, para la videoconsola PlayStation (señores de Sony, ruego se pongan en contacto conmigo para hacerme saber cómo me abonarán mis comisiones por publicidad...) donde a modo de karaoke tu tienes que interpretar canciones mas o menos conocidas y hacer la puntuación más alta que puedas.
Yo no tengo ese juego pero coincide que mi novia le ha regalado uno de esos juegos a su hermano. En este caso es un monográfico sobre las canciones del grupo Mecano.
Y claro, no me ha quedado mas remedio que comprobar si los micros eran de primera calidad, asi que hace unos días me dispuse a competir con mi santa (yo no comparto juegos, yo compito, soy así) para ver quién hacía más puntuación.
Cantabamos cada uno un trozo de la canción y... bien, puntuaciones discretas, temas conocidos pero no dominados,... lo normal cuando todavía el micro no te conoce a ti y tu no le conoces a él.

En un momento del juego le pedí a mi (en ese momento) competidora que me dejara cantar alguna canción yo solo. Y... lo bordé. Escogiendo las canciones que dominas, la cosa cambia... pero hay que cantarlas, hay que estar ahí.
Se produjo una simbiosis especial micrófono-artista en la que -a pesar de que mi señora canta mejor de lo que indica la maquinita- libre de lastres conyugales y reparto de estrofas que limitan la obtención de puntos (espero que este comentario no acumule futuras noches de dormir en el sofá, con lo que sufro de espalda...) se dio rienda suelta a toda mi valía como intérprete de temas de culto para millones de fans.
No voy a comentar las puntuaciones por modestia, no soy salmón de alardes, pero ahi están grabados en el juego los registros...
Una vez saciada el ansia de protagonismo y de autobombo y platillo, volvimos a la competición, aunque ya no había afán de victoria.

De todas formas y aunque individualmente se me de bien, el resultado mejora muchísimo cuando se comparte la diversión...

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Con la nariz entre tus ojos y entre un pulmon y otro pulmon
el corazón y los congojos, todos en reunión.
Con tus orejas en las manos voy enseñandole a Van Gogh
cómo mejora el resultado cuando lo hace dos.
Siempre los cariñitos me han parecido una mariconez
y ahora hablo contigo en diminutivo con nombres de pastel.
Y aunque intenté guardar la ropa al mismo tiempo que nadar
me he resignado a ir en pelotas mientras dure el mar.
Yo que de estas estampas me limitaba a hacer colección
me hago un llavero con el fichero con una condición:
el día que tengas ojos rojos y me estornude la nariz
vamos a hacer lo que podamos por cenar perdiz...
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