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1.5.09

Andrés Calamaro

A menos de una semana para que Don Andrés regrese a la Ciudad del Tormes, mi box-set, que se ha convertido en un regalo anticipado por mis treinta primaveras y cambio de década y de vida, aunque no del todo ya que sigo manteniendo ciertas cualidades salmónidas, revolucionarias y, sobre todo inconformistas, echa humo en el equipo de música de mi Cuatro Ruedas koreano preparando el recital al que hemos de asistir el próximo jueves.

Mucha gente que me rodea se pregunta y no entiende el por qué de ese gusto, esa implicación, esa casi obsesión por todos y cada uno de los discos y canciones que este poeta del palo brinda y lanza en formato prohibitivo, tanto para los bolsillos como para las memorias, de vez en cuando.

No trato de explicarlo porque puede que no lo sepa ni yo mismo, o quizá la explicación sea muy sencilla pero no esté al alcance de la comprensión de cualquiera que no sienta lo mismo.

Definitivamente no es por lo bien que cante, por cómo se mueva, por el estilo a veces "cool", a veces desaliñado, a veces sin estilo que ofrezca. Ni tan siquiera es porque conozca de memoria más canciones de las que cualquier persona puede retener, de cualquier época, estilo o estado que haya compuesto. E incluso no es porque sea un personaje con una verborrea impactante, hombre de muchas palabras y, por supuesto, habiendo fumado todo lo que quiera o lo que pueda.

Podría resumirse que esta adicción (creo que esa es la palabra) se fundamenta en que todas y cada una de sus canciones tienen y desprenden algo. Unas más que otras, eso si. Pero todas llegan.
Ahí está el secreto, el influjo que Don Andrés tiene sobre mí. Este ricitos bailarín tiene la capacidad de lanzar canciones de su vida para que la gente y en este caso quien redacta estas líneas las acople a momentos de su vida, vivencias y sentimientos pasados, presentes y quizá futuros.

Momentos de hilaridad con "Jugando con fuego" y su "para vos, reina", recitar "El día que me quieras" como si fuera el Padrenuestro, sentir que se encoge tu corazón cada vez que escuchas "Crimenes perfectos" y que, de vez en cuando, se derrama más de una lágrima o sentirte identificado con la canción que muchos dicen que es "la mía", como es "No se puede vivir del amor", hasta llegar a dar gracias cada vez que escuchas "Salud, dinero y amor" porque en sintonía perfecta un día sonaron esas notas y al fondo se encontraba tu futuro, no tiene precio.

Ni precio ni comparación con otros grupos, artistas o canciones.

Por todo eso y por mucho menos, ya estoy esperando el momento en que se apaguen las luces y comience el espectáculo del reencuentro con Don Andrés.

Ya les contaré cómo fue todo. Pero no tengo duda que ese concierto lo haré mío.

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Entre el poco espacio de las gotas de la lluvia
te encontré mirándote en un espejo roto
que estaba esperándome...
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2 comentarios:

koe dijo...

por una vez, y sin que sirva de precedente, no te acompañaré en este viaje. disfrutalo.
y no trates de explicarlo.yo te daré la razón. es DIOS.
yours,
k.

and... that's it! dijo...

Salamanquito, amigo!
Tantísimo tiempo hace que no se de vos, ni que hablamos...
Como siempre Andrés te inspiró hacerlo. Yo dejé, por el momento, sin embargo no dejo de leer a ninguno.

Disfrutá mucho tu re-encuentro!
Beso