Desconexión

Este es el mes elegido. El único en el que puedo, diría yo. Y no voy a hablar más alto no siendo que lo lleve claro y a alguien le de por decidir que en este mes tiene que intentar enderezar su rumbo económico y a mi me salga trabajo extra.
Así que, hablando de rumbos, y, ante la oportunidad de descansar aunque sólo unos días desde el lejano mes de mayo, me dejaré arrastrar y tomaré la dirección del mar.

Tomaré un tren para dejar de lado los vaivenes de la rutina diaria, los paseos de un lado a otro y las vueltas en la cama sin poder dormir todo lo bien que quisiera o que necesito.

Subiré a un avión para intentar superar el mal de hartura que me acecha en tierra firme. Por supuesto, me pediré el sitio de la ventanilla para ver a todos a mis pies por un instante y burlarme de lo insignificantes que son las cosas allí abajo en ese momento.

Dejaré que me lleven a una ciudad adoquinada y caduca, con olor a mar y sentimiento de fado para olvidarme por unos días del ruido de la modernidad y ritmos repetitivos para al regreso disfrutar la saudade de los momentos vividos.

La desconexión se acerca. Tan sólo faltan 4 días.
Les cuento a la vuelta. Sean relativamente malos, amigos salmones.

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Mucho tiempo llevo sin oir las olas romper en las rocas
y eso que estoy rodeado y aquí todos gritan
pero nadie escucha.
Mucho tiempo llevo sin hablar un minuto con ellas
y eso que estoy rodeado por mil y un sonidos
que acechan mi pensamiento.
Por eso ahora querría ser un pajaro,
salir volando, subir muy muy alto.
Para un momento, sientate un rato y sin prisas hablemos.
Tómate un trago, quizá haya algo que sepas y no sepa yo.
Hoy te invito, sientate y cuéntame qué es para ti el amor,
con tus manos, cuentame un sueño en el que salga yo...
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