La Imponente

Día 30 de Junio.
Uno de los peores días del año para los que nos dedicamos al noble arte de dar disgustos en forma de impuestos a la gente.
En el único banco donde no había casi nadie, metro setenta de rubia enfundada en camiseta negra y vaqueros azules se disponía a ingresar dinero. En otras circunstancias me hubiera detenido en observar mejor a semejante mujer, pero ese día sólo tenia ojos para todas las declaraciones que aún me quedaban por hacer y entregar.
Detras de la ventanilla, el cajero. Con un ojo contaba el dinero y con el otro se asomaba al balcón del escote de la rubia. Yo, detrás, en privilegiada posición, observaba los esfuerzos del tipo contador para no quedarse vizco.

Llegado el momento, la rubia preguntó :

- Tengo que firmar en algún sitio la entrega de dinero?

El cajero, aún salivando porque semejante hembra le dirigiera la palabra, le soltó :

- Si, aquí, donde pone "La Imponente".

Enrojecimiento facial del cajero, enrojecimiento facial de la rubia, enrojecimiento mío por la risa.

Él lo dijo, ella firmó. En efecto, imponente.

Los rigores del verano, ya saben...

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Te vi llegar del brazo de un amigo
cuando entraste al bar y te caiste al piso.
Me tiraste el pingüino, me tiraste el sifón,
estallaron los vidrios de mi corazón.
Te vi bailar brillando con tu ausencia,
sin sentir piedad, chocando con las mesas,
te burlaste de todos, te reiste de mi,
tus amigos escaparon de vos.
Y a mi me volvió loco tu forma de ser,
a mi me volvió loco tu forma de ser,
tu egoismo y tu soledad son estrellas
en la noche de la mediocridad...
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